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Nací más o menos un 2 de Noviembre de 1992, hora arriba, hora abajo, en Barcelona. Aquí hay espacio-tiempo algo difuminado de unos 17 años.

Como muchos otros inconscientes, utópicos e imberbes jóvenes, decidí estudiar periodismo. Iba a salvar a la profesión.  Cuatro años más tarde, decidí acabar periodismo sin ilusión. En medio, fundé, dirigí y cerré un diario deportivo online, viví por un verano largo en Boston, fui becario en la COPE, RAC 1, L’Esportiu de Catalunya y la Cadena SER y me destrocé cuatro (sí, cuatro) veces los ligamentos de los tobillos. Y qué coño, me saqué más de un 7 de media. Haters gonna hate.

La universidad fue un progreso constante: en segundo quería trabajar en Barcelona, en tercero en Madrid, en cuarto lo más remoto posible. Por todo ello, más el hecho de no tener nada que hacer en Barcelona y que la tasa de paro rozaba el 50% en los jóvenes en España, me fui lejos. Muy lejos. Lo más lejos que se me pudo ocurrir: Australia. Un popurrí de circunstancias hicieron que el destino fuera Sídney, pero podría haber sido cualquier ciudad. Todavía hoy pienso en toda la serie de catastróficas desdichas que me hicieron volar hacia Australia y no UK o Estados Unidos. Benditas catastróficas desdichas.

Un año en Sídney después, volví a casa. Con mejor inglés, sabiendo servir 16 cervezas en un minuto sin derramar una sola gota y con el síndrome del viajero insatisfecho. Estuve con koalas, canguros, ualabíes, elefantes, monos, delfines y conocí gente de más países de los que creía existían; todos ellos fueron durante un año mi familia. Y sobre todo, volví con la sensación de que me había dejado algo en la otra punta del mundo, algo importante. Pero eso no lo sabía aún.

Si 2015 fue Australia, 2016 fue en Barcelona. Durante un año trabajé en una agencia de comunicación donde aprendí tanto como pude, pero no me sentía completo. No por el trabajo, no por nada. Por mi. Fue un año de transición para conocer realmente lo que quería [aún no lo sé, por cierto]. Viajar me llena demasiado y Barcelona dejó de ser mi casa. Sí, nací allá y viví durante 22 años, pero dejo de ser lo mismo. Una vez roto el cascarón, volar es una cuestión de tiempo; y volar lejos es una cuestión de intentarlo.

Tercer año post-universidad, tercer continente: en Enero de 2017 me mudé a Bogotá.  Un nuevo país, muy distinto a los vividos hasta entonces, nueva aventura y nuevos retos. Empecé a trabajar en el departamento de comunicación del Ejército Nacional de Colombia, en el equipo de redes sociales. Sí, es tan increíble como suena. Decirlo en voz alta todavía mola bastante. Creé mi web y empecé a escribir de manera rutinaria: una vez al año. 

Otra más. Para 2018 me mudé a Canadá, primero año a Ottawa y para Septiembre a Toronto, donde sigo por ahora. Volví a estudiar y sobre todo, empecé a cubrir la NBA in situ, noche sí noche también en el Scotiabank Arena. Regular season, playoffs y sí, NBA Finals. Lo pude cubrir para Solobasket, RAC 1 y cuando durante la celebración hubo un tiroteo, también para Antena 3 y la Cadena COPE. Y esta temporada, antes de Rudy Gobert, seguí haciéndolo hasta que Mickey Mouse se quedó con la NBA.

He hecho más cosas con mi vida, algunas no destacables, otras que prefiero eliminar de mi memoria, pero por suerte, la mayoría están algo borrosas.

Y eso es todo. Hasta ahora.
Aunque estoy seguro de que queda mucho.

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