«Queridos hijos míos. Esto no es un castigo ni nada, es solo la historia de cómo conocí a vuestra madre. La historia resumida.
Todo empezó en 1997, cuando con 4 años, le dije por primera vez a mi padre que quería ser periodista. Yo no me acuerdo, evidentemente, pero siempre me cuentan en casa que mientras los demás querían ser futbolistas, yo ya despuntaba para mal en el patio. Y que cada mañana me leía todos los titulares del SPORT, que ya había algo dentro de mi.
Cuando cumplí los 10, unos años más tarde, mi madre fue la que me dijo que sí. Que estudiase lo que más me gustaba. En aquella época no me iba mal a nivel de estudios, y ya me dieron libertad para elegir que quería ser en mi vida: lo seguía teniendo muy claro, periodista.
Acabé la ESO, me saqué el bachillerato y empecé, por fin, la carrera de periodismo. Fueron cuatro años geniales, aprendí muchísimo, conocí a mis amigos y me dejaron hacer de periodista, sin pagarme en la mayoría de veces. Pero no me quejaba, era mi sueño y lo estaba cumpliendo. Acabé la carrera en cuatro años con una media de notable y me gradué. ¿Ahora tocaba trabajar, no?
Durante el año 2013 cerraron 73 medios de comunicación, privados y públicos. Informar está sobrevalorado y el periodismo se ve que no da dinero. Los gabinetes de comunicación eran la moda: ya no tenías que dar las noticias, tenías que dar una versión de ellas, la de tu empresa. No respondías ante los lectores, espectadores u oyentes, si no ante una junta directiva. Pintaba mal.
Aquel mismo año, más de 4.400 periodistas se fueron al paro, incrementando una cifra que en Septiembre de 2014 llegó a 27.443. Eramos muchos, demasiados licenciados, graduados y similares. Además, la tasa de paro juvenil era del 55% en España, la más alta de una Europa bastante crítica.
Ese mismo año decidí no hacer un máster. Decidí no pagar por trabajar, porque al final era lo que las empresas querían: poder hacer un convenio para usarme como becario durante tres meses, ser uno más de la lista. Sé que todos hemos tenido que pasar por ello, pero eso no significa que sea lo correcto. Ni la mayoría siempre tiene la razón, ni las costumbres son siempre buenas. Da igual.
A mi, como a otros muchos otros miles de jóvenes preparados y pre-parados, me tocó la cruz de la moneda. En 2015, viendo el panorama, me tocó salir del país. Me fui a Australia, un año entero. El resto ya lo sabéis. Y luego conocí a vuestra madre«.