La historia, larga y densa como nada más en este mundo, no para de poner trabas a la evolución. Copérnico, Darwin o Newton arrojaron luz e invitaron al desarrollo de la especie humana, los más osados, pero la mayoría nos hemos quedado por el camino. La mayoría nos hemos sumergido en la mediocridad y el conformismo. Porque si la historia dicta una máxima, la que sea, se respeta. Hasta que viene alguien y la pone en entredicho.

Billy Donovan todavía entrenando a los Gators | Derick E. Hingle-USA TODAY

El mundo del baloncesto americano tiene una muy clara, una que pone en relieve a sus dos grandes bazas, deportivas y económicas: un entrenador universitario de éxito no va a triunfar en la NBA. Tan duro como estadísticamente real. Tan cruel como recientemente cierto.

Adaptarse al mundo NBA y sus variantes del baloncesto de college siempre es complicado: posesión de 30 (antes 35) a 24, cuatro cuartos de 12 y no dos partes de 20 minutos, restricciones defensivas que impiden la libre expresión del entrenador o la locura del bonus. Y el rol del entrenador, que pasa de figura clave, a un factor más del engranaje donde las estrellas son el todo, económica, deportiva y mercado-técnicamente. O eso dice Lionel Hollins:

“It’s a different game. You’re in control in college. In colleges, coaches are
the face of the university. In the NBA, it’s all about the players”

Y sobretodo, jugar, de promedio, unos 50 partidos más por temporada. La cifra tope para el campeón del Madness son de 40 partidos; cualquier franquicia NBA juega 82 sólo de regular season más unos hipotéticos y máximos 28 de playoffs [4 rondas a 7 partidos]: el récord NBA está en 107, por Oakley en 1993 y Prince en 2004. Ambos, por cierto, perdieron el anillo en el séptimo y en Texas.

Si citamos a dos de los mejores entrenadores NCAA de los últimos años, dos que hayan dado el salto a la NBA, por ejemplo Rick Pitino y John Calipari, las cifras lo evidencian. Juntos en NBA suman un precioso 174-258 [.402% de victorias] y 6-10 en playoffs, superando sólo una ronda. En NCAA suman tres títulos, 11 final fours y un balance conjunto de 1329-433 [.754% de victorias]. Y son sólo el primer ejemplo.

Junto a ellos, la lista de grandes fracasos es preciosa. Por delimitar tiempo y espacio, elegimos el periodo temporal desde la eclosión máxima de Jordan y aquellos Bulls intratables, la segunda mitad de la década de los noventa hasta la actualidad, los últimos 20 años.

  • John Calipari* entrenador en UMass fichado por New Jersey Nets: balance de 72-112 en las temporadas 1996-99, 0-3 en playoffs.
  • Rick Pitino entrenador en Kentucky fichado por Boston Celtics: balance de 102-146 en las temporadas 1997-2001, no se clasificó para playoffs con Boston.
  • Tim Floyd* entrenador en Iowa State fichado por Chicago Bulls: balance de 49-190 en las temporadas 1998-2002, nunca se clasificó para playoffs.
  • Leonard Hamilton* entrenador en Miami Hurricanes fichado por Washington Wizards: balance de 19-63 en la temporada 2000-01, nunca se clasificó para playoffs.
  • Lon Kruger* entrenador en Illinois fichado por Atlanta Hawks: balance de 69-122 en las temporadas 2000-03, nunca se clasificó para playoffs.
  • Mike Montgomery* entrenador en Stanford fichado por Golden State Warriors: balance de 68-96 en las temporadas 2004-06, nunca se clasificó para playoffs.
  • Reggie Theus* entrenador en New Mexico State fichado por Sacramento Kings: balance de 44-62 en las temporadas 2007-09, nunca se clasificó para playoffs.
* primer trabajo como head-coach en la NBA
Porcentaje de victorias de los entrenadores NCAA en NBA | Datos: bball-ref. Grafismo: propio

Los últimos en dar el salto, ya en la década de 2010 han sido tres: Brad Stevens, que firmó por 6 años para pilotar la reconstrucción de Boston; Fred Hoiberg, encargado de relevar a Tim Thibodeau a los mandos de unos Bulls estancados; y Billy Donovan, misma misión con la Oklahoma de Kevin Durant y Russell Westbrook, ya sin Scott Brooks. Y ellos tres, especialmente Hoiberg y Donovan, son el resultado de un nuevo proceso.

Hasta hace poco, en la liga solo había tres maneras de erigirse como nuevo head-coach: haber pasado por San Antonio y la cuna que mece Gregg Popovich; ser un ex-jugador en ciernes con capacidad de liderazgo en la pista; o ser un ayudante con la desgracia de ver a tu equipo hundido, a tu jefe despedido y la fortuna de ser el señalado para conducir el proyecto. Por citar, Mike Budenholzer, Jason Kidd o Sam Mitchell respectivamente. Steve Kerr, por ejemplo, cumple dos de los requisitos [haber trabajado con Pops y ser ex-jugador], como Kurt Rambis o Tyronn Lue [ex-jugadores y ayudantes]. Y luego está Earl Watson, ex asistente en San Antonio, ex jugador y entrenador ayudante ascendido a head-coach. Un big-three.

Pero Brad Stevens rompió el paradigma inmovilista establecido hasta la fecha; de hecho fue Danny Ainge quien derribó la barrera, y el propio Brad quien, pico y pala en mano, se propone construir un nuevo escenario. Proceso complejo, eso sí. Primero de todo, con confianza. La franquicia verde decidió apostar a largo plazo por Stevens como director en la reconstrucción que Massachussets iba a vislumbrar, prevista para un mínimo de 3 años. Además, total libertad para decidir sobre el sistema de juego, rotaciones y minutos, permitiéndose el lujo de sentar a David Lee durante 8 partidos seguidos o usar a tu mejor jugador desde el banquillo durante media temporada.

John Calipari y Rick Pitino, clásicos en los banquillos NCAA | Foto: Drew Franklin

El único problema al que todavía no se ha enfrentado el bueno de Brad es aquel que -sobretodo- Donovan y Hoiberg han sufrido en sus carnes: convivir en un espacio tan pequeño como un vestuario NBA con una mega-estrella. Dos para Billy, una y media para Fred [a elegir la media, Rose o Pau]. El mejor jugador que ha tenido Stevens a sus órdenes sigue siendo Gordon Hayward y su tiro errado en la final de 2010, pero en algún momento cambiará. Se presenta un verano interesante para los tres.

En orden de victorias, a Donovan le toca mantener a KD en su plantilla, que no es poco. Durant acaba contrato y novias no le faltan. Stevens necesita un go-to-guy para cerrar una plantilla a la que le falta ese paso adelante para ser candidata. Y Hoiberg, primero veremos si sigue a los mandos de Chicago. Y después, que deciden desde la dirección con la plantilla en la que la edad y las lesiones [Gibson, Noah, Rose, Pau…] han hecho mella.

A día de hoy, Donovan [.692% de victorias], Stevens [.456%, 584% en el actual curso] y Hoiberg [.500%] son tres hombres, tres nombres que alteran el arquetipo encuñado por sus predecesores. Tres figuras que tras dominar el baloncesto a nivel universitario, han tirado abajo el muro que Pitino, Calipari, Floyd, Hamilton, Kruger, Montgomery o Theus no pudieron ni soñar con tumbar.

Por qué el logro de triunfar en un banquillo de la NBA desde la universidad es sólo el primer paso. Cómo lo fueron descubrir que la Tierra gira alrededor del Sol, que los seres vivos evolucionan según las necesidades o que existe la gravedad. Sólo se necesita abrir el camino.