Llevo casi cinco horas con la página abierto: entrada, nueva. Y sigue en blanco, completamente vacía. Propongo dos líneas pero tardo menos de quince segundos en eliminar cualquier palabra; no me vale. Podría hablar de baloncesto, como hacía siempre, o de fútbol; podría seguir con Inside Down Under, algo que empecé y que parece que ya he dejado de lado; podría incluso hablar de mi, de como me siento en la otra punta del mundo. Podría, podría… pero no puedo. Voy a intentarlo.

Esta mañana he leído un artículo de un compañero, no importa ahora mismo sobre qué. Lo he leído rápido, tenía algo de prisa, pero me ha cautivado. Casi me he comido el texto, cada letra y he sentido algo dentro de mí, muy profundo. En casa, ya al anochecer, lo he vuelto a abrir y esta vez sí, he podido degustarlo con calma, saborearlo. No solo para disfrutar la lectura, también para intentar volver a sentir ese qué, ese algo dentro de mí, y poder encontrar un motivo. Muy fácil: mono. Melancolía. Echo de menos escribir y todo lo que genera, causa y consecuencia. Y no hay nada peor que querer hacerlo y no poder, estar completamente bloqueado.

Mentalmente me siento bien, mejor que nunca y físicamente, solo algo cansado [fútbol de madrugada, NBA a primera hora…], nada especial. Pero ya llevo un tiempo así. Busco soluciones e ideas para desarrollar: tengo cientas, miles, pero a ninguna le veo más de dos párrafos largos sin tener que darle vueltas al mismo tema hasta sobarlo. Nada me atrapa. Y entonces leo la prensa y de golpe, todo se derrumba.

A veces abro una web de cualquier medio español y sufro. El caso del colegio IES Joan Fuster, el naufragio del Mediterraneo o el avión de Germanwings. Sufro por la profesión, que se pierde, que se va a lo más profundo de la sociedad, y sufro porque he estudiado lo mismo que ellos para trabajar ¿cómo ellos? Sufro porque mientras yo no escribo porque no tengo nada que decir, nada que pueda cambiar el mundo o que a solo una persona le haga pensar durante un instante, otros pierden el día vomitando barbaridades [cuando no son notas de prensa redactadas por agencias o gabinetes de comunicación]. O retozando en hipocresía, que todavía es peor. Realmente es más ciego el que no ve que el que no quiere ver, pero este último tiene peor condena.

Con los años puse en práctica un filtro para la selección de lecturas, quizás es injusto, pero a mi me vale. Cualquier artículo con grandes faltas de ortografía, fuera. Demagogia rápida, fuera. Vender humo, fuera. Titulares en busca de clicks, fuera. Y me queda realmente poco que leer. No es la edad de oro del periodismo español porque el periodismo español es el resultado de la sociedad española; pero por suerte hay diamantes. Brillan en lo más oscuro de la mina ciertos puntos luminosos de esperanzan que brotan en twitter, en su blog privado o en un podcast semanal. Ellos son la respuesta, ellos.

Es cuando los encuentro, como el artículo del que os hablaba antes, que vuelvo a sentir alguna mariposa en mi. Mariposas que me devuelven a primero de carrera, cuando había ilusión, esperanza y devoción por este trabajo. Dicen cosas, generan algo en mí, una respuesta ya sea voluntaria o instintiva. No son solo palabras una detrás de otra con una coherencia sintáctica y ortográfica, son el resultado de un proceso artesanal como es el periodismo, o la escritura, lo que prefiráis. Es lo que elegimos.

Hace tiempo que no me siento periodista, hace mucho la verdad. No tiene que ver con no escribir o con no trabajar en un medio, es algo más de sensaciones propias. Soy de los que se apunta a cualquier idea de las que nunca se llegan a cumplir, el de las mil ideas absurdas que jamás se llevarán a cabo, y últimamente me afecta mucho más el no hacer nada; y peor aún, no saber que viene en el futuro. Hace algo más de tres años escribía sobre lo que yo quería para mi porvenir; lo releo una y otra vez y no cambio ni una palabra, pero me preocupa no cumplirlo, fallarme a mi mismo.

El artículo del que llevo hablando un rato es un perfil de Steve Kerr. Parece algo común, pero no lo es. Sabe diferente. Resulta apetitoso, se lee bien. Es periodismo. Me imagino su orgullo cuando le debió dar a publicar, y yo quiero sentirme así.